"Crítica de la crítica" por Juan Nuño.

Crítica de la crítica.*
Por Juan Nuño.

Infinito el juego de las sinécdoques: los idiomas se desarrollan a través de variaciones semánticas. No siempre para mejorar. Si en la Edad  Media las «suposiciones» aludieron a unas de las complejas y sutiles teorías del metalenguaje, hoy en cambio una suposición es tan vulgar que suele limitarse al ámbito de la policía judicial. Con «crisis» y su rica familia («criterio», «crítica») ha ocurrido otro tanto. Para entenderlo, en esta época retro y desconcertada, se impone, en efecto, «volver a Grecia».

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De un significado sartriano avant le temps, «crisis» ha pasado a señalar una de las consecuencias de aquella acepción primigenia. Fue propiamente “decisión”, “elección” y más bien la obligación de hacerlo, el hecho de tener que tomar una decisión.  Por eso quizá, los hombres, asustados ante la responsabilidad de sus acciones (siempre la anacrónica lectura sartriana al fondo: miedo a la libertad, mala fe de la conciencia), dieron en llamar «crisis» a aquellos momentos en que estaban obligados a decidir, no a la decisión misma. Como quien da un paso atrás y traslada el sentido del término de los hombros del sujeto moral al tiempo en que se realizan las acciones. Si se analizan los componentes significativos de «crisis», entiéndese ese miedo: la voz en que se apoya el post-verbal, es decir, el verbo original (crínoo) aludía a “separar”, “triar”, “entresacar”, esto es, seleccionar algo de entre un conjunto. Por lo mismo, critós era lo que quedaba separado y «crítico» quien separa, quien selecciona y distingue. ¿A quién no le molestan las selecciones, las distinciones, en particular en épocas de fetichismo democrático, masificante y confuso?

La raíz de la que todo proviene era aún más sospechosa del ejercicio de la separación. En sánscrito, saker– equivale a separar violentamente, y aún más apropiadamente, a “rascar”, “raspar” algo a fin de arrancarle esquirlas que queden en consecuencia separadas del todo original. De ahí que en lenguas indoeuropeas la raíz Kr- designe siempre operaciones de limpieza y purificación; de ella vienen, kathairéoo, “purificar” (por eso los terribles «cátaros», los “puros”, incapaces de creer, por ejemplo, en la resurrección de los cuerpos, impuros y materiales), pero también curo, curare, to clean, y en antiguo alemán, hrein, de donde reinen, voz tan germana sin la que sería imposible entender la mentalidad nazi y aquella su obsesión por la Reinigung racial. Aún hay más, ya que tanto “criba” (instrumento separador) como “dis-cernir”, capacidad de distinguir una cosa de otra, son parientes inmediatos de “crisis” y “criterio”, así como, algo más alejado, lo es “secreto”, lo guardado tras haber sido separado, y “excremento”, lo desechado, por lo contrario, lo arrojado fuera tras la separación. Sin embargo, el retoño, más famoso y sutil de tan rica familia fue Kairós, elevado a la categoría de divinidad. Porque es fama que a la salida de Delfos encontrábase el altar de Kairós, la oportunidad, el momento propio, justo y decisivo. Agudeza de la mente griega: en efecto, ¿de qué serviría recibir los favores de Apolo si no llegaban  en su preciso momento, es decir, en un momento especial, separado de los otros, distinto a los demás?

Así que si la crisis es el momento de la decisión y kairós el propicio para hacer o recibir algo, la facultad para poder decidir acerca de tales momentos y sus consecuencias, sólo puede ser el “criterio”, juicio con que se proceda a tomar cualquier decisión. Por eso, al hablar Sócrates en el Teetetos de la conocida tesis de Protágoras (pántoon métron ántroopos), no puede dejar de preguntarse si acaso posee el hombre un «criterio en sí» ( kritéerion en autóo) para poder ser la medida. En otra ocasión, mucho después, en el libro noveno de la República, Platón, sin el disfraz de Sócrates, establece de una vez las condiciones requeridas para bien juzgar: experiencia, inteligencia y razón, por lo que puede preguntarse retóricamente: «¿Acaso hay un criterio mejor?»

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No basta con juzgar, menester será extremar las consecuencias del juicio. Del criterio, nivel normativo, un tanto alejado del trato cotidiano con valores y su agitación, se impone pasar a la crítica, suelo de aplicación de los criterios, donde se suceden los deseados y aún buscados «conflictos del pensamiento». Crítico es quien comienza por distinguir para terminar por escoger. Todo el arte de la crisis y sus derivaciones redúcese a tal: eliminar lo superfluo y abundoso quedándose con lo selecto. Así, un gran criterio, al que bien pudiera reducirse la más implacable de las críticas, fue el que expusiera Schöenberg, en tiempo de multitudes y divagaciones populistas: «Si es arte, no es para las masas y si es para las masas, no es arte».  


*Ética y Cibernética: ensayos filosóficos.
Autor: Juan Nuño (1927-1995).
Caracas. 1994. Monte Avila Editores Latinoamericana.
Colección: Estudios.
ISBN: 980-01-0851-3  

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